El violinista de la ronda de Dalt es ya una realidad.
Dos años después de la publicación de «El enigma Recasens», mi nueva novela marcará el regreso del detective Víctor Itóiz.
Ya en preventa en librerías y en las principales plataformas.
Espacio personal de Bernardo Muñoz.
El violinista de la ronda de Dalt es ya una realidad.
Dos años después de la publicación de «El enigma Recasens», mi nueva novela marcará el regreso del detective Víctor Itóiz.
Ya en preventa en librerías y en las principales plataformas.
Escribir es también es reescribir: releer, tachar, cambiar, modificar, reescribir… y de nuevo releer, tachar, cambiar… en una suerte de día de la marmota que no cesa hasta que tú o o la editorial decide que hay que parar. Por aburrimiento o para no marear más la historia.
Tampoco conviene obsesionarse pues, hagas lo que hagas, sabes que hay dos reglas que se cumplirán siempre:
Seguro que mi nueva novela contendrá algún fallo. Ni os imagináis la cantidad que he tenido que arreglar. Y es que, aunque esto de las correcciones es, de largo, la parte más tediosa en el proceso de creación de un libro, resulta imprescindible para que el producto que acabe en vuestras manos ofrezca la calidad que merecéis.
Hola amigos. Por fin puedo confirmar que mi nueva novela está punto de ver la luz.
La continuación “el enigma Recasens” presentará una nueva aventura en la que violinistas, detectives, mafiosos, asesinas a sueldo, rumberos, políticos en activo, herejes gastronómicos y monárquicos convencidos se interrelacionarán alrededor de unos crímenes tan singulares como incomprensibles.
El libro es también una reivindicación de la alegría y un canto al coraje como forma de enfrentarse a la vida. Hasta en las situaciones más extremas.
Mi propósito es que disfrutes de la historia, rías con ella, vibres, y te contagies de la ternura que he tratado de transmitir en sus páginas.
En breve os anunciaré el título definitivo. ¡Estad atentos!
Aunque la portada de un libro es la encargada de atraer la atención del lector, la contraportada tiene la difícil misión de captar su interés por el argumento de la obra. Os presento la contraportada de «El enigma Recasens»
¿A que dan ganas de empezar a leerla? El miércoles en las librerías
Tras el último -e imprevisto- retraso en el lanzamiento del libro, decidí no volver a hablar de él hasta estar seguro que que no habría más contratiempos. Perdonad este silencio, impuesto por la prudencia y mil temores íntimos.
Encantado de reencontraros. Os dejo con la portada.
No es ninguna exageración. José Vicente acercaba un libro nuevo a su experta nariz y sabía decirte si había salido de las entrañas de Printer, Cayfosa, Gráficas Estella o Litografías Rosés. Según explicaba, cada imprenta destilaba un olor característico y reconocible en sus productos. Siendo sincero, me consta que, a la hora de emitir veredicto, complementaba su pericia nasal con la observación de pequeños detalles ocultos al profano: ausencia no no de cinta de lectura, características del papel, ensamblado de las guardas o tipo de retractilado. Nada que restara mérito a su asombrosa capacidad para reconocer imprentas.
Alumno de la escuela Tajamar, José Vicente amaba como pocos el oficio de impresor. Una pasión que no se limitaba al trabajo, ya que las paredes de su vivienda de Rivas Vaciamadrid estaban repletas de grabados antiguos que recreaban el oficio.
A José Vicente y a mí nos unió el trabajo. También un jefe común que, por motivos diferentes, trató de arruinarnos la vida. Un tipo despreciable que no amaba a las artes gráficas; sólo se quería a sí mismo.
En mi caso no consiguió aplastarme por más empeño que puso; en el de José Vicente, aunque acusó más que yo el golpe, quiero creer que tampoco. Por desgracia nunca llegaré a saberlo. Murió en un accidente de tráfico, hace ya veinte años.
Hoy, ante la inminente edición de mi libro, mientras agobio al editor preguntando chorradas como tipo de papel, gramaje, carteo o sentido de la fibra, no puedo dejar de pensar en mi amigo José Vicente Crespo, y en cuanto me habría gustado darle a oler «el enigma Recasens». Seguro que, si no la imprenta, habría llegado a dar al menos con el tipo de máquina empleada.
Mi sincero recuerdo para él y para su familia, a la que no llegué a conocer en persona.
En cuanto al otro, al que sólo se quería a sí mimo, que le den.
El Enigma Recasens es una absoluta ficción que parce sugerida al oído por unos callejones y unos edificios ansiosos por contar sus historias.
Reconozco que la preparación del libro no ha exigido un gran esfuerzo documental. El suficiente para poder hablar con propiedad de los temas que narro.
Eso sí, sus páginas destilan lo mucho que he pateado Barcelona. Lo he hecho cámara en mano, como si fuera un visitante más. Y es que, tal como están las cosas, simular ser un turista es la mejor forma de pasar desapercibido en esta bendita ciudad.
Si alguien cree que exagero valga esta anécdota. Una mañana, mientra salía del metro junto a mi mujer, escuché a dos muchachos discutir ante mis narices sobre si valía la pena atracarme o no. Convencidos de que no les entendía, mientras me sonreían con cara bobalicona valoraban entre ellos cuanto podrían sacar por la cámara de fotos que empuñaba, o si bastaría un tirón.
La cosa no fue a más porque A, estaba prevenido, B, la máquina de fotografiar no era nada del otro mundo y C, porque aunque iban puestos hasta las cejas, acabaron descubriendo que lo que salía de mis labios era un contundente castellano.
Esos safaris urbanos me han dejado un buen puñado de fotos. Unas curiosas, otras cuyo sentido hasta yo he olvidado -he retratado las cosas más inverosímiles- y alguna que me ha ayudado a retener una atmósfera, una luz o un recuerdo.
Dejo un par de muestras pidiendo perdón por adelantado. Soy peor fotógrafo que escritor. O eso espero.
Al final se ha impuesto el criterio de la mayoría, Eso sí, los partidarios de La Hora del Depredador no resultaréis defraudados. Y es que en el libro se habla y mucho de Los Depredadores. Así, en plural.
Ayer presenté la ultimísima revisión (la «n» elevada al cuadrado, creo) que ya debería ser definitiva.
En el capítulo de agradecimientos, como prometí, incluí a Carlos Ferrero (quien, por cierto, no ha dado señales de vida)…
En efecto, todos quienes expresasteis vuestra opinión seréis mencionados en la obra. Y es que vuestro apoyo no merecía menos.
Eso si, sólo Carlos tendrá el ejemplar gratis (si responde al correo que le envié, claro)
Gracias por vuestro apoyo. ¡Estad atentos a las próximas noticias!
El motivo es que a partir de él iniciaremos algunas acciones de visibilidad que no vale la pena arrancar en un mes como agosto.
Lo que sí puedo confirmar ya es el nombre del ganador del concurso. Y el agraciado es…
Felicidades al ganador. Recuerda que recibirás gratis un ejemplar dedicado del libro (cuando salga) y que tu nombre se citará en el capítulo de agradecimientos.
Por lo demás, este mes será de poca actividad. Agosto es un mes para aplicarse a las vacaciones, y en ello estoy. De hecho, escribo desde el marco en que un conocido escritor, que ya cité en este cuento, ambienta todas sus novelas.
¿Una pista? Me estoy atiborrando a ostras.
Como las opiniones están divididas , os pido vuestra ayuda. Tras una intensa criba las dos opciones finalistas son:
¿Cual os gusta más? Por favor, indicádmelo. Podéis hacerlo en el blog (preferible) o en Facebook, en el post de la entrada.
Para agradecer vuestra colaboración, de entre quienes respondáis (con independencia de la opción que elijáis), una mano inocente seleccionará a un ganador.
La afortunada o afortunado dispondrá de dos privilegios:
-Recibirá un ejemplar dedicado.
-Su nombre aparecerá en la edición impresa, agradeciendo su colaboración.
Recordad que se trata de un referéndum no vinculante. Pero vuestra opinión ayudará mucho a la hora de tomar una decisión.
Reconozco que las bases de este concurso no resisten el menor rigor notarial. Pero prometo ser legal
Tenéis de tiempo hasta el miércoles 15 de agosto (incluído)
¡Gracias y mucha suerte!
PD: No olvidéis incluir el correo electrónico al hacer el comentario. Sólo se usará para contactar con el ganador.
© 2024 Bernardo Muñoz Carvajal
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