Barcelona es una ciudad vieja y sus calles, en cuanto se despoblan, aparecen cargadas de secretos.
El Enigma Recasens es una absoluta ficción que parce sugerida al oído por unos callejones y unos edificios ansiosos por contar sus historias.
Reconozco que la preparación del libro no ha exigido un gran esfuerzo documental. El suficiente para poder hablar con propiedad de los temas que narro.
Eso sí, sus páginas destilan lo mucho que he pateado Barcelona. Lo he hecho cámara en mano, como si fuera un visitante más. Y es que, tal como están las cosas, simular ser un turista es la mejor forma de pasar desapercibido en esta bendita ciudad.
Si alguien cree que exagero valga esta anécdota. Una mañana, mientra salía del metro junto a mi mujer, escuché a dos muchachos discutir ante mis narices sobre si valía la pena atracarme o no. Convencidos de que no les entendía, mientras me sonreían con cara bobalicona valoraban entre ellos cuanto podrían sacar por la cámara de fotos que empuñaba, o si bastaría un tirón.
La cosa no fue a más porque A, estaba prevenido, B, la máquina de fotografiar no era nada del otro mundo y C, porque aunque iban puestos hasta las cejas, acabaron descubriendo que lo que salía de mis labios era un contundente castellano.
Esos safaris urbanos me han dejado un buen puñado de fotos. Unas curiosas, otras cuyo sentido hasta yo he olvidado -he retratado las cosas más inverosímiles- y alguna que me ha ayudado a retener una atmósfera, una luz o un recuerdo.
Dejo un par de muestras pidiendo perdón por adelantado. Soy peor fotógrafo que escritor. O eso espero.
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