Espacio personal de Bernardo Muñoz.

El escritor clandestino

El escritor clandestino clandestinoSi hay un rasgo esencial que diferencia a un escritor profesional de un amateur es que el primero ha logrado hacer de su vocación una actividad a la que dedicar tiempo y recursos. Por contra, el novelista aficionado se ve obligado a crear casi a hurtadillas. Y es que , salvo que se esté en el paro, se disponga de un trabajo muy relajado o se carezca de vida propia, las agendas de cualquier persona adulta dejan poco margen para la creación serena.  Escribir significa también robar tiempo de aquí y allá. Un ejercicio clandestino que llega a poner en riesgo relaciones afectivas, sociales e incluso laborales.

Una labor que suele realizarse de forma muy discreta. Ya sea por pudor, falta de autoconfianza o para que nadie ate cabos, el autor novel intentará no explicar en detalle a qué dedica en tiempo libre, o de dónde lo saca.

Escribir en estas condiciones se convierte pues, en una suerte de carrera de obstáculos. Máxime cuando hablamos de una obra mayor, como una novela. Parir una historia de 200 o 300 páginas ya es de por sí un ejercicio complejo, incluso para alguien con oficio y tiempo. Hacerlo a salto de mata, escribiendo a trompicones cada vez que se encuentra un hueco puede convertirse en una tarea titánica. Es fácil perder la pasión cuando escribir se convierte en retomar un relato aparcado durante semanas o meses, y continuarlo sin saber cuándo se volverá abandonar. Ni por cuánto tiempo. Se necesitan grandes dosis de constancia y autodisciplina para no tirar la toalla. Y una fe a prueba de bombas en lo que se está haciendo.

Y sin embargo, por dura que parezca la tarea, hay una obviedad que el proto autor debe tener grabada en la frente

Todos los autores, desde los desconocidos hasta los más famosos, prestigiosos, mediáticos o superventas, empezaron su carrera como escritores clandestinos, compaginando su afición con cualquier otro oficio. Y muchos no lo tuvieron nada fácil para sacar adelante su primera obra. O su segunda, o su tercera, o las que necesitaron hasta hacerse un huequecito.

Un espacio con el que, advierten todas las voces autorizadas que conozco, tampoco se logra vivir. Y es que la inmensa mayoría de escritores, incluso reconocidos, necesitan de otras fuentes de ingreso.

En mi caso particular, reconozco que no busco dinero en esto de las letras. Solo añoro tiempo. Y eso que, como autor clandestino, estoy acostumbrado a la escritura de guerrillas. Tanto que he acabado desarrollando algunas técnicas para evitar que mis proyectos se enquisten o acaben abandonados antes de acabarse

Algunos de estos trucos son inconfesables. Otros, en cambio, no me importará compartirlos. Eso sí, será en una próxima entrega.

2 comentarios

  1. M. A. de Miquel

    Hola, Bernardo,
    Te felicito por la web y por los artículos: todo muy atractivo y claro. Ahora es cuestión de ir haciéndote con seguidores, que a su vez se convertirán en lectores de tus libros. O eso hay que esperar. ¡Mucha suerte!

    (Por cierto, corrige por favor la errata que hay en la primera línea de El libro de Bernardo. Es un olvido sin importancia, pero en un escritor hace feo. :-))

    • Bernardo Muñoz Carvajal

      Hola.
      Gracias por tu comentario y, en especial, por todo cuanto nos enseñaste.
      Soy un gran aficionado a la tira de los 8 errores de Jean Laplace en «La Vanguardia». Pues bien, pese a este entrenamiento, me ha costado Dios y ayuda encontrar la errata que citabas. Y no porque no fuera evidente, sino porque el cerebro da por válidos textos que aún no has acabado de leer.
      Por eso es un privilegio tener lectoras tan críticas como tu. Un abrazo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *