Corregir un texto es como podar una planta.
Lo primero es sanear. Arrancar de cuajo adjetivos machacones, adverbios repetitivos o interjecciones recurrentes, capaces de afectar a la salud del libro. Por no hablar de gazapos, erratas, faltas de ortografía u otras plagas que puedan haberse adherido a él.
Después toca recortar. Se trata de moldear el conjunto con sumo cuidado para que, sin que pierda su esencia, logre expresar todas sus cualidades.
Reconozco que soy un fiera eliminando malas hierbas ortográficas y gramaticales. Y que, aunque me lo pienso más a la hora de dar la forma última la texto, tampoco me tiembla el pulso cuando toca pasar la tijera.
La última revisión del libro recortó 12 páginas a la versión previa. La actual promete ser aún más drástica. Las imágenes hablan por sí mismas.
¡Como siga adelgazando el contenido al final me voy a quedar con un relato breve!
Comentarios recientes