Tópico nº 2: “Todos los personajes del libro son hijos míos y a todos quiero por igual”
El tópico entre los tópicos. Pues bien, ya les gustaría: Algunos personajes de mi novela son unos auténticos hijos de mala madre, seres indeseables y sin escrúpulos que tendrán bien merecido cuanto les pueda ocurrir de malo.
Es más, ya me encargaré yo de hacerles pagar por sus fechorías.
Soy mucho más indulgente con otros. En el libro encontraremos algunos hombres y mujeres que, marcados por su historia, parecen abocados a la fatalidad. Y aunque cabe precaverse de ellos, no puedo juzgarlos con la misma severidad que aquellos que ya nacieron siendo unos cabronazos.
Por último, reconozco mi debilidad, a todas luces irracional, por los tipos más histriónicos que han dejado su impronta en el relato. Desde quienes provocan vergüenza ajena hasta aquellos que, por decoro, prefiero no calificar.
Como conclusión, confieso que mi baremo afectivo no depende tanto del rol de los personajes en la historia (el bueno, el malo, la chica…), sino del trabajo invertido en pulirlos hasta dotarlos de una personalidad propia. Cuanto más humanos, o sea, creíbles y coherentes en su imperfección, más orgulloso me siento de ellos.
¿Significa esto una contradicción con lo expresado al principio de esta entrada? En absoluto. Aunque los buenos despiertan más afecto que los malos, los malos pueden ser mucho más divertidos que los buenos.
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