Matar por un móvil. En pleno sigo XXI, en un país del primer mundo. A una mujer indefensa.
Los que nos dedicamos a la literatura en negro solemos perder horas y horas en dar un sentido a las muertes que imaginamos. Trágico, utilitario, en legítima defensa o justificado por cualquier interés. Y lo explicamos, para que nuestros lectores entiendan a los asesinos, por extrañas que sean sus motivaciones y por irracionales que resulten sus actos. En este sentido, nuestras historias tratan de ordenar el mundo, de hacerlo menos imperfecto, más amable y comprensible que la vida real.
Matar por un puto móvil.
Nunca escribiré una historia a partir de un suceso tal real como este. Me niego a que la literatura pueda ofrecer, aún de manera involuntaria, algún tipo de cobertura a algo así. Fabular obligaría a establecer una lógica, por perversa que esta fuera, que diera sentido al suceso. Antes al contrario, es necesario enfatizar que un crimen así no tiene ninguna.
Mi cariño, respeto y solidaridad para todos los seres queridos de Sara.
Y mi más absoluto desprecio a los medios de comunicación que, por un puñado de clics, han aceptado difundir las imágenes de este asesinato.
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