La novela negra, por propia definición, se identifica poco con las imágenes en color. Lo suyo es la escala de grises. De la misma forma, nadie imagina la banda sonora de una buena historia criminal a ritmo de polca o de tecno pop. Lo suyo es el jazz o a lo sumo un blues eléctrico, tipo escuela de Chicago.
El cine tiene mucho que ver con esta asociación tan contradictoria. Y es que resulta paradójico que música afroamericana y de origen rural identifique a unas historias urbanas, protagonizadas casi siempre por blancos.
En España música y género negro han tendido a transitar por separado, con notabilísimas excepciones. La colaboración entre Andreu Martín y Dani Nel·lo nos ha dado tanto libros como un buen puñado de temas de jazz y rythm & blues, unidos en la serie «asesinatos en clave de jazz».
Con Thelonious Monk en la cabeza, Xavier B. Fernández parió “el sonido de la noche”, un delicioso libro en el que el jazz se respira articulando una historia negrísima.
Y si hablamos de blues y jazz, difícil es no mencionar el rock. Aquí sí que contamos con un escritor de referencia, Carlos Zanón, responsable de títulos tan elocuentes como “Yo fui Johnny Thunders” o “Marley estaba muerto”. Para Carlos la música no es un telón de fondo, un paisaje o una excusa. El rock, su cultura -si es que la tiene- toma papel principal y forma parte de las sórdidas historias que desgrana el autor barcelonés.
Más allá de la música anglosajona, obligado es recordar a Manuel Vázquez Montalbán y su “Tatuaje”, con referencia explícita al cuplé de Concha Piquer. Pero hay más aportaciones.
Personajes de una novela negra que nunca se ha escrito –«Las Leyes de la Frontera» de Javier Cercas escapa a esa clasificación- fueron también los quinquis de los setenta cuyas aventuras glosaron Los Chichos o Los Chunguitos. Y es que el universo de ladrones, camellos, asesinos, delatores, malas mujeres y policías torturadores que estas canciones detallan, se sitúan de lleno en el género.
Al igual que los narcocorridos mexicanos. Popularizados por Los Tigres del Norte, podríamos definirlos como historias criminales cantadas, de por general con conocimiento de causa.
Y llegados a este punto, si hubiera que destacar un relato musicado de corte negro y criminal éste sería el famosísimo “Pedro Navaja” de Rubén Blades. Pocas veces la fusión de melodía y texto ha funcionado tan bien para narrar una historia.
Por cierto, su autor hizo una continuación a esta canción, “Sorpresas”, mucho menos conocida pero con un texto igual de intenso y divertido. Juzguen ustedes mismos.
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