Leo el “El Pais”, a partir de una estupenda crónica firmada por Julio LLamazares, que la última edición de los premios Goya negó la alfombra roja a los guionistas, quienes tuvieron que entrar de rondón en el auditorio. Mientras, actores y directores se dejaban fotografiar en el photocall, explotando el éxito obtenido a partir de lo que en su día imaginaron otros.
Me pregunto qué sería del cine sin los creadores de historias. De hecho, no conozco ninguna gran película que no se sustente en un sólido guion. Aunque suene a herejía, estoy convencido de que El Padrino hubiera sido una gran película aún rodada por otro director (pienso en Scorsese) y sustituyendo el reparto final por otro de idéntica solvencia. Y asumo matices, ya que el gran Coppola también fue co-guionista junto a Mario Puzo. Por contra, cuando una buena trama deriva en un mal film, casi siempre es por culpa de la impericia del director o de la escasa credibilidad de los actores.
En el mundo de lo aparente se desprecia la creación y ensalza la figuración. Por eso los directores de cine son menos conocidos que los actores pero más que los guionistas, los cantantes se imponen a los compositores que crean las canciones con las que triunfan y de los escritores,sencillamente, no se acuerda nadie.
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