Un locutor de radio susurrando a un micrófono, de madrugada, desde una desconocida emisora. Fantaseando con lo que pudo ser y no fue. Recordando antiguos amores y desamores. Recomponiendo imágenes de un tiempo ya perdido. Sincerándose ante las las ondas sabiendo que, con toda probabilidad, no le escuchará nadie. Aunque ¿quien sabe? quizá alegre la noche la noche a algún conductor solitario mientras atraviesa la ciudad.
«Bajo la voz, cálida y envolvente, la música de Steely Dan»
Todos tenemos imágenes recurrentes en nuestro imaginario y ésta, la de un lobo solitario aullando a la noche a través de las ondas, es una de las que siempre me sugieren. Cuando la recogí en uno de mis relatos, había algo de homenaje en su inclusión.
Pues bien, escribir en este blog me produce un sensación similar. La de sincerarme ante el ciberespacio sabiendo que, entre la enormidad de información que se crea y se destruye a cada instante en Internet, cuanto diga a través de esta humilde bitácora quedará para mí. O para mis más allegados.
Una sensación que me encanta.
Porque lo que digo no es útil, ni está estructurado, ni indexado, ni es noticia ni suscita el interés general. Lo escribo porque me da la gana. Aunque, al igual que mi locutor de radio, tampoco renuncio a confortar a alguna alma solitaria a la que el azar -o la falta de precisión en sus términos de búsqueda- haya hecho recalar hasta aquí.
Si es tu caso, te doy la bienvenida. Y te regalo “Aja” de Steely Dan.
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