Hace unos días, en el marco de una charla con lectores, el autor Eduard Márquez se definió a sí mismo como representante de una especie en extinción. La de aquellos que aún consideran el escribir como un oficio. Con sus reglas, su técnica y su nivel de excelencia, como cualquier otra profesión.

Eduard, quien también ejerce como profesor en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès, se mostró muy crítico con las nuevas hornadas de escritores. Comentó que muchos de sus alumnos

“no saben escribir. A algunos tan siquiera les gusta. Sólo quieren contar historias. Sin que les interese cómo”.

Marché de la biblioteca un tanto escéptico ante tanta contundencia, convencido de que Márquez, como profesor, debía ser durísimo. Claro que, tras toparme con la entrada que ilustra este artículo, empiezo a pensar que el pobre Eduard quizá se quedó corto. (amplíala haciendo click en la imagen o aquí)

Seamos sinceros. Cualquiera que use redes sociales sabe cuánto se atenta a diario contra los principios más elementales de la ortografía. Lo duro es que esta entrada pertenece a un autor quien, además, nos invita a conocer su nueva novela a través de una página temática de facebook.

Entiendo que pueda tratarse de una simple errata a la hora de teclear. De dos, ya que amén del clamoroso “echo” sin hache, también falta el acento en “el”. Pero ¡caray! si estamos promocionando un libro en un foro al que básicamente acuden amantes de la literatura, qué menos que repasar un poco lo que se pone.

Un error así no tiene que ver con la calidad literaria del autor. Denota, y ahí tengo que dar la razón a Eduard Márquez, falta de oficio.

Algo que, a diferencia de lo que él piensa, no creo que se haya perdido. Ocurre que para adquirirlo se necesita paciencia, dedicación y tiempo, unos valores que casan poco con la juventud.

De cualquier época.